martes, 3 de agosto de 2021

El Almendro de Zaqueo

 El Almendro de Zaqueo

La historia debería de comenzar por el gran árbol de Almendro pues era más viejo que Zaqueo, más decidí comenzar por Zaqueo pues sin él,  el Almendro no sería más que un árbol más de Almendro. Zaqueo es un hombre que engalano el nombre que su padre le coloco al alzarlo en sus brazos, con el rostro lleno de orgullo porque le había nacido un hijo varón, que sería recio, altivo más lo que no obsevo el padre de Zaqueo fue el esplendor suave qué se posó sobre el niño, una luz que en ese momento lo bautizo, y así con el sol como padrino y las nubes de madrina, el corazón de ese hermoso bebé  se llenó de todo el amor de los cielos, el niño había llegado para ser justo y puro como lo que significa su nombre.

Zaqueo fue educado para ser un hombre fuerte, de gran carácter más siempre los hombres estamos equivocandonos, creyendo que somos los artífices de las vidas de nuestros hijos , cuando en realidad lo único que somos es instrumentos de Dios para cuidar de su creación.

Más la vida que se presenta a veces irónica ante la terquedad de los hombres hizo que aquella inocente criatura creciera queriendo cumplir los sueños de un padre que anhela un hijo varón para hacer de el un hombre arrogante que fuese capaz de arrollar al mundo, un hombre que cuyo horizonte fuese la conquista de las cimas sin tomar encueta los senntimientos de las demás personas.

Y le tocó aquel indefenso niño crecer encerrado sus pensamientos, escondiendo sus sueños y sentimientos, los encarceló en la más profundo de su ser por miedo a desfraudar a sus padres y a una sociedad tan agitada que no se detiene por un instante a observar los rostros humanos. Llegó Zaqueo a la adultez siendo un hombre alto, fuerte, robusto como diríamos  muchos de nuestros países de América.

Y seguía la vida siendo irónica en el diseño de sus contextos humanos porque nadie pensaría que dentro de ese fortachón se encontrase el mismo corazón que fue bautizado por el sol para ser justo, puro dos palabras que unidas solo pueden existir resguardadas de ternura. La vida de Zaqueo ante la estupidez que cabalga en la sociedad era estupenda más dentro de el existía un vacío que jamás había podido ser llenado y la indolencia del entorno no le ayudaba a encontrar eso que faltaba a su corazón, a su alma, a todo su ser.

Muchas fueron las noches que cuando la ciudad quedaba en silencio Zaqueo no le encontraba sentido a la vida, luego ya ni siquiera el ruido de la gran ciudad con su locura de tráfico y de gente lograba apagar la angustia que recorría su cuerpo como torrentes sanguíneo. Y un día  era tanto todo aquello que sin importarle dejar el trabajo tirado salió de su oficina, necesitaba escapar antes de enloquecer, camino y camino por las calles de la ciudad a pleno mediodía sin rumbo, hasta que en un momento su cuerpo cansado no dió para más y se sentó bajo la gran sombra de un árbol.

El cansancio era tanto que Zaqueo no se detuvo a pensar en el pantalón elegante y costoso que usaba, así sin más allí estaba sentado en la grama debajo aquella inmensa sombra, se recostó del tronco y sin más se quedó dormido por unas cuantas horas, al despertar ni el mismo Zaqueo lograba entender está sencilla escena, que pensaría su padre ya anciano si lo viera allí.

Hasta logro sonreír viéndose en ese lugar tan simple, se levantó y decido ir a casa ya mañana volvería a la oficina y diría que un fuerte dolor de cabeza lo había hecho salir así es ir a casa, ya en casa, llegada la noche y bajo las sábanas recordó que se había dormido en una plaza, debajo de un árbol como un persona que cárcel de techo, más no se sentía avergonzado al contrario sentía una dulce felicida y así pensando, recordando y sonriendo se quedó dormido hasta que el suave canto de las aves y un frágil rayo de sol acariciaba su rostro.

Se levantó de prisa y no porque fuera tarde si no porque habían pasado tantos años desde que no dormía una noche entera que no lo podía creer, sintió unas ganas enorme de volver aquella plaza quería saber si era la fragancia de aquel tronco que le había hecho dormir pues no se había percatado de que era el árbol, más debía ir a trabajar.

Paso todo el día pensando en el árbol, hasta pensó que sería bueno traer cortezas de esa planta a su hogar y fue así como al salir la jornada de trabajo, tomo su automóvil y se dirijo aquel lugar, se bajó y fue hasta el árbol más como era de noche no lograba ver sus hojas y así distinguir de que era. Más lo que si no pudo controlar fue su deseo inmenso de volverse a sentar bajo de el y recostar su cabeza en su tronco y así lo hizo, más esta vez por corto tiempo pues ya era muy tarde.

Así pasó toda la semana, cada día al salir de la oficina Zaqueo conducía hasta la plaza para encontrarse con aquel inmenso árbol, hasta pensaba ahora sí debo estar loco porque en vez de salir a encontrarme con la pasión de cualquier dama salgo es a encontrarme con una gran planta y está vez hasta una carcajada soltó.

Y Llegó el fin de semana iría temprano a la plaza para con la luz del día observar el árbol y ver de que era y porque le producía una sensación de paz que le permitía descansar, dormir toda la noche y andar un poco menos estresado. Cuando llegó al lugar se dio cuenta de que era un árbol de Almendro y pensó que nunca había leído u oído que la planta de almendra fuera relajante.

Que más ya estaba allí y aunque no era una planta sedativa a el le resultaba y como si fuera de noche empezó a platicar con el árbol después de todo el necesitaba ser escuchado sin ser juzgado, sin reproches y total no había más nadie en ese lugar solo el y el  inmenso árbol de Almendro.

De repente Zaqueo escucha una voz que le dice, quiere un café mire que toda buena charla debe ir acompañada de un buen café, el anciano extendió la mano y le dió el café en una vieja taza, quizás tan vieja como el dueño y a la vez le dijo no se preocupe muchachon que yo muchas veces platiqué con este Almendro.

El anciano dio la vuelta para retirase y cuando Zaqueo le dijo señor espere, la taza el dijo tranquilo se que volverás, se que te veré seguido por aquí, ah! No le ofrezco a tu amigo pues los Almendros no les gusta el café, sonrió y se alejó. Zaqueo continúo otro buen rato y disfrutó de su café en compañía del Almendro.

Así cada domingo por largo tiempo Zaqueo regresaba muy de mañana a charlar con el almendro, más no había vuelto a encontrar al anciano para devolverle la taza. Hasta que llegó el verano y ese primer domingo de verano Zaqueo volvió a encontrar al anciano.

Le dijo e traido muchas veces su taza para devolvérsela más no habíamos coincidido, el anciano le dijo no muchachon no vengo muy seguido pues las piernas están cansadas y prefiere quedarse en casa, después de todo soy más viejo que árbol, Zaqueo solo sonrió y le entregó la taza y también aprovecho para preguntarle más o menos cuando el Almendro estaría dando frutos.

El anciano le dijo este Almendro es muy viejo y jamás lo e visto florecer para dar frutos supongo que es de tanta tristeza y angustias pues muchas personas vienen aquí a contarle sus penas. Así el anciano tomo la taza y se marchó del lugar y volvieron a quedar solo Zaqueo y el Almendro.

Llegó el medio día y Zaqueo se marchó y así pasó la semana ya era domingo de nuevo y volvería como cada domingo a charlar con quién se había convertido en un buen amigo que lo oía silenciosamente y le cobijaba con su inmensa sombra. Más también sintió que el debería hacer algo por aquel viejo árbol y está vez no fue tan temprano a su encuentro pues primero debió esperar que las tiendas aperturan sus puertas.

Compro abono, vitaminas y hasta una pala y se dirigió a la plaza bajo todo del auto y comenzó acabar cerca del árbol por todo su alrededor y cuándo más extenuado se encontraba alzó la mirada y allí estaba de nuevo el anciano con la mano extendida más está vez era una refrescante limonada, Zaqueo con una sonrisa le dijo gracias, de nada muchachon e traido también este banco para que descanses;

Haz trabajado toda la mañana en esto que intentas hacer que haz cabado tanto pretendes llevarte el árbol a tu casa, acaso no te haz dado cuenta que es un árbol grande, fuerte y pesado así como tú pero aún más. Zaqueo le dijo no pretendo robarme el árbol acaso cree que soy loco y el anciano sonriendo le dice bueno para hablar con un árbol existen dos cosas o estás  enamorado que es como estar loco o se siente un vacío, una angustia tan grande que le hace cree a uno  que está loco.

Más solo creemos y digo creemos porque yo también muchas veces vine aquí a charlar con el Almendro, más no me haz dicho que pretendes y él le responde quiero colocar vitaminas en sus raíces y abono quisiera que floreciera. Oye muchacho jamás lo e visto dar frutos más que noble de tu parte devoverle el tiempo que el a dedicado a escucharte, eres un buen hombre, un hombre justo. Más te haz percatado que es verano no hay lluvia tendrás que regresar a diario a regarlo, guao eso no había pasado por su mente.

El anciano se levantó tomo el vaso de Zaqueo, el banquito y se marchó y él continúo su labor colocó en pié del árbol las vitaminas y luego las cubrió con el abonó y se marchó.

Al día siguiente aún en la oficina recordó lo que el anciano le había dicho que tenía que regarle el árbol para que esté no se secara, así pues al salir de la oficina, paso antes por el área de limpieza de la oficina y tomó un balde y se dirigió a regar el árbol, pues si no el Almendro se secaria ya que había cabado sobre sus raíces.

Durante un mes cada noche Zaqueo regó el árbol y aunque el domingo iba de día también regresaba en la noche a regarlo. Y así llegó otro mes, más en esa primera noche de ese mes en el cual había luna de rosa, Zaqueo encontró el anciano que al verlo regando el Almendro lo abrazó y le dijo vaya que eres una alma pura e visto como cada noche haz regresado aquí a cuidar de un viejo árbol.

Zaqueo le dijo es más que un árbol, es un amigo que en silenció me a escuchado y sin responderme nada me a hecho perder mis miedos, mis angustias y me siento menos estresado. Y se podría saber que tanto angustia a un fortachón como tú, está vez los dos hombres a pesar de lo tarde se sentaron en suelo bajo el Almendro y Zaqueo abrió su corazón y contó lo que tenía a su corazón oprimido y corrieron lágrimas de sus ojos más también una sonrisa.

El anciano lo abrazó y le pidió disculpa, le dijo se que no soy tu padre muchachon más te pido perdón por los padres que nos consideramos pintores y queremos plasmar en ellos nuestros anhelos no realizados, olvidando que ellos, nuestros hijos no son lienzo, son carne que padece y almas que sufren. Está vez fue Zaqueo quien lo abrazó muy fuerte, luego ambos se levantaron y el anciano le dijo oye este árbol es muy muy viejo para dar frutos más está noche e descubierto que si lo florecerá porque un alma pura cuida de el.

Así con suaves sonrisa se fueron alejando el uno del otro, y cada noche Zaqueo regresaba y ya casi finalizaba el mes era domingo y el fue muy temprano a la plaza, pues el calor de verano lo obligaba a levantarse muy de mañana, se sentó debajo del Almendro  está vez no había nada triste que contar.

Cuando decidió levantarse para irse una flor blanca con rosado cayó sobre su mano y alzó la mirada el árbol estaba floreciendo, sintió una emoción tan grande, ese día de marchó muy emocionado a casa. Al domingo siguente cuando regresó se percato de que había muchísima gente en la plaza y se pregunto que pasaría.

Se bajó rápidamente de su vehículo y al estar más cerca se dio cuenta que la gente estaba observando el Almendro florecido, y escucha una voz que grito el fue, el fue gracias a él nuestro Almendro floreció. La gente empezó a aplaudir y el anciano lo llevó hasta el árbol, y le dijo oye muchachon como te llamas el le dijo Zaqueo pues vaya Zaqueo que desde ahora en adelante este Almendro será conocido como el Almendro de Zaqueo.

Pues tú con amor haz logrado que este Almendro que jamás había florecido lo logrará, se que jamás había florecido porque lo e plantado yo. Más tu le haces honor a tu nombre que significa puro, justo y solamente una alma pura y justa logra dar amor sin importar a quien o a que, eres un alma de luz que es capaz de superar cualquier color o tragedia y dar amor.

Ese día Zaqueo recibió muchos abrazos y así se cumplió el diseño de Dios, pues el cielo lo había bautizado para ser luz justa y pura. Ya han pasado varios años y cada año el Almendro de Zaqueo cómo es conocido vuelve a florecer y dar frutos.

El árbol viejo había logrado florecer y dar frutos no por las vitaminas o el agua si no por la luz del amor del noble y dulce Zaqueo.

Y por su parte Zaqueo jamás volvió a ser aquel hombre angustiado, estresado y aveces triste pues había logrado descubrir su verdadero ser sencillo, dulce,amable y justo, virtudes que la sociedad le había hecho tener encerradas en la cárcel de los estereotipos.

1 comentario:

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