Alelí
Había una vez en un
pueblo, pequeño en algún rincón de la América Grande, una familia muy humilde y
gentil, que tenia inmensas tierras.
Estas tierras eran
verdes y fértiles, benditas por la mamo de Dios y los dueños con sus manos las
abonaban, preparaban y sembraban estas tierras, porque para ellos estas tierras
y su hijo Keini eran las mayores riquezas que ellos poseían.
Keini era un joven
alto, de piel blanca aunque un poco reseca y rojiza por el sol que recibía en
su labor de cultivar la tierra, sus hombros eran anchos, tenia brazos fuertes y
manos largar. ¡Hay¡ los ojos de Keini eran una mezcla del agua del mar y las
tierras de los valles del Paraguay.
Cerca de la casa de
Keini vivía una familia que también tenían muchas tierras, pero jamás los
dueños portaban por aquellas tierras, bueno no desde que Keini tenia uso de
razón, cosa que al joven le molestaba, pues el no lograba entender como algunas
personas podían tener abandonadas estas tierras tan verdes y con un olor
siempre a primavera que enamoraban a cualquier humano.
Pero un buen día, cuando
el sol era de luz tenue y hacia que aquellas tierras parecieran de sueño, Keini
vio a una joven hermosa de piel morena como árbol de canela dulce, de cabellos
castaños, labios carnosos y rosados como rosa en botón, aquella hermosura
caminaba entre la siembra. Keini se quedo encantado con la sutil imagen que
veía, la joven lo observo a lo lejos y empezó a caminar hacia el, cuando Keini
se dio cuenta la joven estaba frente a el y con voz muy dulce como la caricia
del viento de dijo:
-
Hola, ¿Como estas?, ¿Quien eres?
Y
el respondió:
-
Hola soy Keini, disculpa ¿Pero quien
eres tu?
Y ella le dijo:
-
Mi nombre es Alelí
Alelí,
que nombre tan extraño comento Keini
-
Si algo extraño, pero me gusta mi nombre
y el tuyo es un nombre que esta lleno de nobleza dijo la joven
Alelí no se había
equivocado, pues Keini era un hombre que los sentimientos más nobles que podía
existir
Keini le pregunto:
-
¿De donde vienes tú?
Alelí le respondió:
-
Yo soy la hija de los dueños de las tierras
vecinas a estas
El joven no podía creer
que aquella hermosa y dulce joven, podía ser la hija de aquellas personas que
jamás habían mostrado ni un poco de amor e interés por aquellas tierras que el
tanto amaba.
De repente una voz
fuerte interrumpió a los jóvenes, la voz gritaba a lo lejos fuertemente
-
Alelí, Alelí, ¿donde te encuentras?
Keini observo a un
señor gordo que llamaba a la joven
Alelí dijo:
-
Me voy es mi padre quien me llama, adiós
Y Keini le dijo:
-
Adiós
Cuando se había alejado
un poco
Keini le pregunto:
-
Alelí, te puedo ver mañana aquí
Y Alelí le dijo:
-
Si mañana estaré aquí
Y así fueron pasando el
tiempo y los jóvenes se veían todos días en el mismo lugar y entre las pláticas
de los encuentros fue naciendo en ellos un dulce y gran amor, pero Keini
ignoraba que Alelí tenía una extraña enfermedad y que en pocos días ella podría
morir.
Fue así como como un
buen día mientras Keini y Alelí se encontraba corriendo por aquellas hermosas
tierras, Alelí cayo al suelo, Keini corrió así donde Alelí estaba, se arrodillo
para alzarla y ella le dijo
-
Abrázame fuerte siento que mi alma
quiere abandonar mi cuerpo
Keini con sus ojos
llenos de lágrimas le dijo:
-
Tu alma no se va alejar de tu cuerpo,
porque tu no me puedes abandonar, tu no me puedes dejar solo, te adueñaste de
mi vida ahora no me puedes dejar
Y Alelí le dijo:
-
Si debo partir a un lugar lleno de luz,
con hermosos bosques y ríos, allí sentiré que todavía estoy en etas tierras
cerca de ti, y recuerda nunca te voy abandonar pues mi alma siempre estará cerca
de ti cuidándote amor, pues mi corazón siempre estará enamorado de ti.
Keini la abrazo más
fuerte y sus lágrimas corrían en su rostro angustiado
Y Alelí le dijo:
-
No llores amor, porque adonde voy, estaré
bien
Y
del rostro de Alelí brotaban lágrimas
que caían al suelo y la tierra las acogía, y allí donde cayeron las lágrimas
de la joven broto una planta y antes que la joven diera su último suspiro la
planta era un pequeño arbusto, en el cual luego bajo su sombra sepultaron el
cuerpo de Alelí.
Keini lloro y se encerró
por algún tiempo, pero un día decidió que era hora de volver a trabajar la
tierra para ver si de esta manera podía calmar el dolor que sentía por la
perdida de Alelí, y ese día sin darse cuenta el joven llego al lugar donde
estaba sepultado el cuerpo de su amada, al lugar en el que había muerto Alelí.
El joven observo que el
árbol que había aparecido aquel trágico día para el ya era un árbol, un poco
mas fuerte, con ramas de tallos largos y hojas menudas, con un perfume extraño
que era nuevo para el. Keini se acerco al árbol, lo toco se sentó debajo de el,
y vinieron a el los recuerdos de Alelí.
El alma del joven se
lleno de dolor, de nostalgia, lloraba silenciosamente y de repente grito:
-
¿Por qué te fuiste Alelí? , ¿Por qué me abandonaste?,
me siento tan solo y vacio sin ti
Y mientras Keini seguía
llorando, se escucho una voz que provenía del árbol, que le dijo:
-
Yo no te abandone, aunque tu no me
puedas ver, yo siempre estoy a tu lado, el verdadero amor no muere solo se
transforma, mi alma esta a tu lado cuando el viento acaricia tu piel.
En ese momento una flor
cayo del árbol sobre el rostro lloroso del joven y del árbol se volvió escuchar
la voz que dijo:
-
Cuando quieras sentirme mas cerca ven a
la sombra de este árbol, así sentirás mi perfume y cuando una flor toque tu
piel como hoy seré yo quien con ella te acaricia dulcemente.
Desde ese momento el
joven siempre que sentía solo iba a la sombra del árbol esperando ser
acariciado por una de sus flores por uno de sus capullos. Cuando el árbol
empezó a dar hijos Keini los obsequiaba diciéndoles que esa planta se llamaba Alelí
y que cuando una flor de el lo tocaba a uno era porque en la distancia te acariciaba
y cuando sintiera el perfume era porque el alma de una persona lo extrañaba y
pensaba con mucho amor.
Es por ello que la
planta de Alelí representa el amor que rompe las barreras de la distancia, ese
amor que solamente dos almas gemelas pueden sentir.
Marcle